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miércoles, 22 de abril de 2009

El encuentro de La Maga y Horacio. Un bosquejo de análisis.

El encuentro de La Maga y Horacio. Un bosquejo de análisis.
Por: Rosana Fernández.

“El poeta habla individualmente, particulariza el lenguaje, pero piensa, siente y ama universalmente”.
Antenor Orrego (poeta peruano)
Es verdad que hay momentos donde lo maravilloso irrumpe en la vida de alguien, y eso maravilloso puede ser una mirada al paisaje, un encuentro con ese cuadro que nos resulta familiar, esa obra arquitectónica que nos deslumbra y nos encontramos con los ojos mirando hacia el cielo para ver su límite, esa melodía que nos lleva a lo mas íntimo de nuestra memoria o aquellas palabras que escribió un autor y que cada uno las apropia en el encuentro íntimo del lector-autor donde nos convertimos en propietarios del hecho estético que nos impacta.
En estos momentos si el hecho estético no da acceso directo a lo sagrado, este es ciertamente un momento de encuentro no profano.
Es de noche, tarde... hace frío y mi escritorio esta atiborrado de papeles y libros. Trato de recordar cuando fue la primera vez que me sentí aprisionada por el deseo incontenible de leer y poder asir de esa manera el mundo, no sé fecharlo, ni situarlo pero fue ese momento donde algo sucede.
“Así es que algo sucede, y desde el instante que comienza a suceder, nada puede ser lo mismo.”[1]
A partir de allí mi encuentro con la literatura fue sostenido y permanente. La literatura como obra de arte, inspiración y desvelo, creación que se expresa mediante la palabra hablada o escrita, ficción o realidad, manifestación estética que penetra y purifica.
He encontrado a lo largo de mi derrotero literario numerosas obras que provocaron fascinación, numerosos poetas que provocaron una tentativa de introducir fracturas en “nuestra pobre vida cotidiana”, que presentaron diversas dimensiones a su esencia. Dimensiones accidentales en cuanto al concepto mismo de la literatura, pero esenciales en cuanto a su función en la vida humana en general y en la vida individual del lector que asimila y evalúa y siente y crece en la lectura.
Si entendemos por creación literaria aquella en la que en una u otra forma hay belleza, puedo afirmar que con su contacto se ennoblecen las almas, se afina la capacidad de evaluación del espíritu, y aumenta la sensibilidad estética.
“¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara. La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida.”[2]
Esta huella que la literatura deja en nuestras vidas es una realidad innegable.
En el goce de la literatura el punto de partida, tanto del productor como del consumidor, es siempre la intuición dice Anderson-Imbert en su estudio “La crítica literaria y sus métodos” y prosigue:
“El escritor siente la inspiración y la vierte en palabras creando la obra literaria. El lector, por su parte, siente, percibe la intuición del autor transmitida en la obra, la hace suya, y se estremece con ella gracias al autor, que unido a él a través del tiempo y del espacio le comunica la inspiración.”
Todo escritor escribe en un aquí y ahora, en un tiempo y un lugar determinados, inmerso en una circunstancia con la que puede estar o no de acuerdo, a la que puede amar u odiar, combatir o evadir, pero una circunstancia en la que se encuentra y con la que tiene que hacer su vida. Circunstancia ineludible que se refleja directa o indirectamente en la obra como supuesto consciente o inconsciente dando cuenta de un problema filosófico, de un momento filosófico.
El novelista, el cuentista, el dramaturgo, el ensayista, el poeta en particular y el escritor en general, así como los grandes maestros que nos enseñan a amar la literatura, todos, nos dan, mediante ella, el alma de una época, el origen y lo que el artista produce son en primer lugar relaciones entre las personas y el mundo. La creación no es otra cosa que la explicitación de la verdad mediante la forma, por ello la creación no queda reducida al acto productor, sino que permanece como un modo de ser de la obra, como dice Heidegger.
“La pregunta sobre el origen de la obra de arte interroga por la fuente de su esencia. La obra surge según la representación habitual de la actividad del artista y por medio de ella. El artista es el origen de la obra. La obra es el origen del artista. Ninguno es sin el otro. Sin embargo, ninguno de los dos es por sí solo...” [3].
Con todo esta introducción quiero explicar el por qué de mi elección.
He elegido como hecho estético relevante en mi vida la lectura de la novela Rayuela de Julio Cortázar. Sobre esta novela se ha dicho mucho "que es un ejemplo de contranovela", "que la obra es un juego y que cada lector deberá jugarlo a su manera", además puede leerse de modos diferentes; ya sea intercalando los capítulos, o siguiendo las indicaciones que viene al principio de la obra.
Podría haber elegido otros tantos autores, como Pessoa, Proust, Borges, pero cada uno de ellos fueron descubiertos después que Rayuela me impactara rotundamente.
No quiero distinguir la posición novela-poética, si quiero distinguir la “obra” como “hecho estético” que marca un acontecimiento, y es precisamente del acontecimiento que la imagen elemental sale y produce eco en quien la contempla.
“Lo poético irrumpe en la novela porque ahora la novela será una instancia de lo poético; porque la dicotomía fondo y forma marcha hacia su anulación, desde que la poesía es, como la música, su forma. Mas seguir hablando de “novela” carece ya de sentido en este punto. Nada queda –adherencias formales a lo sumo- del mecanismo rector de la novela tradicional. El paso del orden estético al poético entraña y significa la liquidación del distingo genérico Novela-Poema.”[4]
Las imágenes de la obra juegan poderosamente en nuestras entrañas donde sabemos que ciertamente es así: “que andamos cual ovejas descarriadas, que el camino es incierto y peligroso y que necesitamos un conductor”. Es lo que subraya Guardini y prosigue:
"Así, la vida humana está penetrada por todas partes por el influjo de tales imágenes. Nosotros, hombres modernos, ya no tenemos conciencia de ello; pero algunas veces se abre paso con fulgor algo de la antigua significación. Por ejemplo, cuando alguien da a alguien un anillo, o le invita a caminar juntos un trecho del camino en un instante cargado de experiencia vital. Entonces ambos perciben un significado que no viene del sentido externo del acontecimiento, sino de más hondo" [5]
Imágenes que se encuentran en los primeros párrafos de la obra de Julio Cortázar, que dan cuenta no solo de un perfil subjetivo, sino de relaciones de fuerza en mínimos universos culturales que nos proponen crear condiciones de posibilidad para que los hechos se produzcan.
Esa “hondura” de la que nos habla Guardini, pareciera que es ese universo de formas internas, ese espacio de exploración de las problemáticas de los personajes en sus relaciones cotidianas. La obra expone los modos de intercambio social, la interacción a través de la experiencia estética y el proceso de comunicación en su dimensión concreta de herramienta que permite unir al artista, con su contemplador.
También nos advierte Guardini, se trata -dice- de una "sabiduría que habla por sí misma, por más que sea técnica o la ciencia, sino espiritualmente, con referencia a su sentido y orientación. Adquiere algo de lo que se llama sabiduría".
Las primeras palabras de Rayuela encierran la clave: “¿Encontraría a la Maga?” Buscándola Horacio Oliveira se pierde por un fabuloso París hecho de recuerdos, de imágenes y escenas que sirven de presentación para una mujer que es a un tiempo torpe y lúcida, capaz de aprehender, desde la inocencia, toda la poesía y la magia de un mundo que ante otros ojos podría parecer repetitivo y absurdo.
Buscando a la Maga el protagonista se compromete en el intento de descubrir una realidad anclada en lo maravilloso que puede acabar por llevarnos a una desesperada locura. El lector salta con Horacio Oliveira de París a Buenos Aires o de casilla en casilla de la rayuela
Es Rayuela un intento de abrir los ojos a la realidad auténtica, a aquella que existe al margen del mundo creado por la cultura y la historia humanas. La Maga la conoce, sin saberlo. Es como en la rayuela. Hay que partir de la tierra para, después de mucha pericia, llegar al cielo y, ya allí, emprender el retorno.
La Maga desconoce las teorías con respecto a la felicidad o las propuestas de los filósofos eclécticos con respecto al mismo tema, sin embargo dice:
"No sé hablar de la felicidad pero eso no quiere decir que no la haya sentido".
Lo que representa la Maga dentro de la novela, es la claridad. Claridad que se trasluce en sus dudas casi primitivas. Son actos de supervivencia ante el cúmulo de conocimientos que representan los otros protagonistas: Oliveira, Ettiene, Horacio, Gregorovius y Ronald. Mientras que el grupo de amigos discuten sobre el sentido de la vida, teorías del ritmo y filosofía lingüística, ella solo quiere saber de su bebé, cómo cuidarlo. En sus dudas y actitudes simboliza a la mujer de un modo muy distinto, símbolo éste que está muy lejos del estereotipo que conocemos: se revela ante la sociedad que la reprime, ante sus amigos que la cansan, y además, le despiertan a su hijo Rocamaduor con sus discusiones, a veces, casi bizantinas.
Quizá la Maga sea un personaje complejo, pero esto es difícil de aceptar, por lo siguiente. Muchas de las ideas que tenemos de ella no es por que las formula expresamente, sino que nos son transmitidas a través de Oliveira , como por ejemplo, la idea del amor y la belleza representada por ella.
Cortazar escribe y quien lee, imagina, siente, vive, esas imágenes que nos relata:
“Dejábamos las bicicletas en la calle y nos internábamos de a poco, parándonos a mirar el cielo porque esa es una de las pocas zonas de París donde el cielo vale más que la sierra. Sentados en un montón de basuras fumábamos un rato, y la Maga me acariciaba el pelo o canturreaba melodías ni siquiera inventadas, melopeyas absurdas cortadas por suspiros o recuerdos. Yo aprovechaba para pensar en cosas inútiles, método que había empezado a practicar años atrás en un hospital y que cada vez me parecía más fecundo y necesario. Con un enorme esfuerzo, reuniendo imágenes auxiliares, pensando en olores y caras, conseguía extraer de la nada un par de zapatos marrones que había usado en Olavarría en 1940. Tenían tacos de goma, suelas muy finas, y cuando llovía me entraba el agua hasta el alma. Con ese par de zapatos en la mano del recuerdo, el resto venía solo: la cara de doña Manuela, por ejemplo, o el poeta Ernesto Morroni. Pero los rechazaba porque el juego consistía en recobrar tan solo lo insignificante, lo inostentoso, lo perecido.”[6]
Cortázar da a cada uno de los personajes libertad para expresarse. Explotar todo eso que se guarda en la conciencia y el espíritu, y darlo a través de las imágenes poéticas, de ideas razonadas es lo que hace en Rayuela. Las ideas de ser y estar en el mundo que Cortázar va delineando en sus personajes son su visión particular. Pero también es cierto que lo que representa o nos quiere decir no lo veríamos o sentiríamos si no fuese por la escritura, y por esa sensibilidad que nos arrastra por los rincones del espíritu.
El posible final retoma el principio, la búsqueda sigue abierta. No obtiene el lector, por tanto, ninguna respuesta definitiva y sí, sin embargo, muchos interrogantes que bien pudieran ser indescifrables para el lector adormilado.
Acerca de Rayuela dijo Cortázar lo siguiente:
“Es un poco la síntesis de mis diez años de vida en París, más los diez años anteriores. Allí hice la tentativa más a fondo de que era capaz en ese momento para plantearme en términos de novela lo que otros, los filósofos, se plantean en términos metafísicos. Es decir, los grandes interrogantes, las grandes preguntas”.[7]
Como el propio Cortázar afirma, trata de plantear en términos narrativos las grandes preguntas existenciales de la humanidad. Pero, al contrario que los sistemas filosóficos que intentan encerrar a la realidad en un sistema cerrado de ideas, en su novela no se pretende aportar ninguna solución ni ninguna verdad absoluta. No se trata de explicar el mundo, sino de hacer patente la necesidad que tienen los hombres de encontrar esa explicacion.
Cortázar trata de huir de los viejos moldes de conocimiento que predibujan el mundo y nos dice:
“Sólo viéndolo con ojos nuevos (el mundo) podremos empezar a vivir en él verdaderamente.”
Con respecto a la Maga dice:
“Solamente Oliveira se daba cuenta de que la Maga se asomaba a cada rato a esas grandes terrazas sin tiempo que todos ellos buscaban dialécticamente”[8]
Cortázar tenía su teoría estética sumamente elaborada, el escritor argentino no huyó nunca de la autocrítica. En su novela, el autor vive para el encuentro con lo invisible, pero se transforma en un instrumento de lo visible, es capaz de excavar en las profundidades de la tierra, pero se convierte en portavoz de la superficie, es el investigador de sus sombras y hace que como lectores podamos apropiarnos de nuestras propias sombras.
Georges Bataille establece una importante distinción entre libros escritos como forma de experimentación y libros nacidos de la necesidad, según Bataille la literatura es capaz de revelarnos la verdad de la vida y sus desmedidas posibilidades.
La literatura no es un continuo, sino una serie de acercamientos, y los libros que significan mas para nosotros suelen ser aquellos que nos abren una nueva perspectiva, son las obras capaces de hacer cambiar nuestra vida. Ya en la primera página de Rayuela estallan los códigos de lectura. Quebrado ese pacto se debilita el criterio de realidad que toda obra propone y a la que el lector se acomoda. El lector ingresa aquí a un espacio sin reglas que lo fuerza a adoptar una actitud alerta, ya no de receptor sino de cómplice de ese acto que se está perpetrando con su acuerdo y por su elección. Este cambio de actitud revoluciona el acto de lectura, es un puente que el escritor tiende al lector y que lo arranca de su soledad esencial. Ese es el principio al que Cortázar apela, convirtiéndonos de lectores en actores.
Es así como Rayuela no tiene una clasificacion fácil entre los generos literarios, parace inscribirse en lo que Umberto Eco llamaría "obra abierta"[9], que expresa la encrucijada del
pensamiento en los años sesenta. Esas reflexiones parecen anticipatorias de nuevas búsquedas filosóficas, que indagan tanto en la metafísica como en el ser social.
Para Nietzsche, según Fink[10]; el progreso del arte está ligado al dualismo de lo apolíneo y dionisíaco. Dionisos es el dios de lo caótico y desmesurado, de lo informe, del oleaje hirviente de la vida. Apolo, en cambio, ama las figuras. Apolo y Dionisos son tomados para expresar los contrapuestos instintos artísticos del griego, como el antagonismo de la de la figura y la música.
Nietzsche, interpreta el arte humano como un acontecimiento, lo intempestivo. El fondo primordial dionisíaco se proyecta constantemente en la apariencia, y tiene, en el fenómeno del arte sale a nuestro encuentro en las formas subjetivas del espacio y el tiempo. Un impulso oscuro se redime en la imagen, y así el arte transfigura la dureza y la pesadez, el absurdo y el abismo de la existencia. Lo apolíneo es la forma, el significante; lo dionisíaco, el sentido, pero un sentido que para que sea impulso vital, debe circular. ¿Cómo hacer para que el sentido circule cuando lo que se presenta es el significante, la representación? Este es precisamente el misterio del arte: lo que el lenguaje es incapaz de hacer pasar, pues Nietzsche, a través de lo poetico de su estilo, traza un camino que lo lleva a regiones no regidas por el tiempo y el espacio, a zonas dionisiacas. En Nietezsche, al igual que en Cortazar, el pensar es flujo que intenta escapar del “pensamiento”, de la forma que implica pensamiento. Para ellos pensar no es lo mismo que pensamiento.
Afirma un comentador de Cortázar un concepto que se encuentra en esta filosofía de Nietzsche:
“El humor y el juego constituyen técnicas de distanciamiento, actúan como antídoto desacralizador, despatetizador. Devuelven la palabra a la superficie, destituyen el discurso apolíneo y reflotan el báquico de la profundidad visceral. El juego y el humor, insumisos, irreverentes, producen un corte lúcido, un apartamiento liberador. El humor restablece la indeterminación, la incertidumbre, el sentido nómada”. [11]
Esta caracterización del lenguaje se encuentra en un terreno fronterizo entre la filosofía y la literatura. Entre las distintas influencias que es posible rastrear en la obra de Cortázar podemos indicar la incidencia del existencialismo, especialmente en las figuras de Kierkegaard y Sartre, de Kafka y de Wittgenstein junto a Nietzsche.
La comprensión del lenguaje como un juego aparece en Rayuela en todo momento.
El lenguaje literario tradicional es deshecho para dar paso al igual que en Nietzsche, al humor y la ironía.
Es una obra que se caracteriza por la ruptura de unidades: se rompe con la unidad del autor, de la obra, la unidad espacial, cronológica, estilística. Aparece una organización barroca, laberíntica de la novela ya que puede recorrerse en distintos sentidos. La alusión a símbolos nietzscheanos como Diónisos y el laberinto se reiteran. El autor parece el constructor de un collage cuyos elementos requieren la presencia de un lector que construya su propia novela, que se comporte como un coautor de la obra.
Dice Cortázar en alusión a sus propios juegos infantiles:
“Para jugar a la rayuela los chicos dibujan, en la calle, distintos casilleros que se suceden desde el punto de partida (la tierra), hasta la meta (el cielo). La rayuela forma parte de los ritos infantiles y sus ingredientes son extremadamente simples,una acera, una piedrita, un zapato pequeño y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores”[12]
Otros juegos aparecen en la novela: el ajedrez, el solitario, el poker, el truco también encontramos una variedad de juegos verbales inventados por los personajes y por el propio Cortázar. En algunos escribe H en las palabras que empiezan con vocal, , o intercala textos de otros autores en los renglones impares, el glíglico[13], y muchos otros, junto a los juegos reglados, todo tipo de actividades inútiles como armar figuras con hilos para luego quemarlos con un fósforo, enderezar clavos, o tirar piedritas o puchos encendidos, desde lo alto de una ventana, a la rayuela de la calle. Los juegos, incluidos los del lenguaje, arman una atmósfera de misterio y seducción propia de lo inefable.
La obra de Cortázar, al igual que la de Nietzsche, requiere de un “lector cómplice”. Este coautor debe ser capaz de leer entre líneas, de interpretar las citas escondidas, de seguir, con ánimo el laberinto, que atemoriza y atrae a la vez, adentrarse en un juego que se desenvuelve en el límite entre el sentido y el sin-sentido. Este juego artístico y galante necesita del guerrero y del danzarín, de la fuerza del león y de la inocencia del niño.
En este sentido, hay en la obra una tensión entre diversión y dolor que se convierte en la oposición entre amor y muerte y que se presenta cuando el juego va llegando a su final, cuando la novela va terminando, cuando nos entusiasma la idea de recomenzar, en un eterno retorno niesztcheano, con la esperanza de inventar nuevos sentidos.
[1] Auster, P.: Pista de despegue, ed. Anagrana, Barcelona, 1998.
[2] Martí, J.: “l poeta Walt Whitman”, Obras completas, ed. Jorge Quintana, Caracas,1964
[3] Heidegger, Martin. Arte y poesia, Ed. Fondo de cultura, Mexico, 1997.
[4] Cortázar, J.: Notas sobre la Novela Contemporánea (1948).
[5] Guardini, R.: La esencia de la obra de arte, Guardarrama, Madrid 1960.
[6] Cortazar, J. Rayuela.ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1975.( Pag 19)
[7] Entrevista publicada en RAYUELA, Edición Crítica coordinada por Julio Ortega y Saúl Yurkievich. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1992.
[8] Entrevista publicada en RAYUELA, Edición Crítica coordinada por Julio Ortega y Saúl Yurkievich, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1992.
[9] Eco propone que el análisis del arte contemporáneo cuente con el desorden, no el ciego e incurable, sino el desorden fecundo cuya positividad nos ha mostrado la cultura moderna. Se trata de elaborar modelos de relaciones en los que la ambigüedad encuentre una justificación y adquiera un valor positivo. Así, el arte contemporáneo está intentado encontrar una solución a nuestra crisis y la encuentra del único modo que le es posible, bajo un carácter imaginativo, ofreciéndonos imágenes del mundo que equivalen a metáforas epistemológicas para ayudarnos en un nuevo modo de ver, sentir, comprender y aceptar un universo en el que las relaciones tradicionales se han hecho pedazos y en el que se están delineando nuevas posibilidades de relación.

[10] Fink; E.: La filosofía de Nietzsche, Alianza, Madrid, 1980. Tercera edición.
[11] Yurkievich, S.: Eros ludens (juego, amor, humor según Rayuela) en Cortazar, Julio, Rayuela, edición crítica, Colección Archivos, Madrid, 1992, p.768.
[12] Entrevista publicada en RAYUELA, Edición Crítica coordinada por Julio Ortega y Saúl Yurkievich. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1992
[13] El gíglico es un lenguaje inventado por Horacio y La Maga, el capitulo 68 de Rayuela esta escrito en giglico, se basa sobre todo en la sonoridad de las palabras.

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