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martes, 21 de julio de 2009

LABERINTO DE COMPOSIBILIDADES

Laberinto De Composibilidades

Me he multiplicado para sentir
para sentirme
he debido sentirlo todo
estoy desbordado, no he hecho sin rebosarme
me he desnudado, me he dado
y en cada rincón de mi alma hay un altar a un dios diferente.

(Fernando Pessoa como Álvaro de Campos, Passagem das horas)


Este trabajo, es una hermosa oportunidad de ejercitar la lectura. Leer no es sencillo, implica un dificultoso esfuerzo, no solo de comprensión sino de desprenderse de prejuicios, intentando no traicionar al autor leído. Pero al mismo tiempo intentando establecer un diálogo con éste. Sin embargo “ no hay diálogo sin entrega [...] hay que tener el coraje de perderse, asumir el riesgo cierto de la pura réplica o incluso de la completa fusión o anulación...”[1] Me interné en la pirámide leibniciana con la intención de escrutar el proceso por el cual, desde un fondo oscuro de infinito, se eleva un sujeto, a su vez finito e ilimitado en sus posibles.
La mónada
Con la intención de resolver el problema del dualismo cartesiano[2], Leibniz emplea el concepto de mónada, seguramente influido por los neo-platónicos[3], para definir a la substancia individual. Leibniz llama mónada al alma o sujeto, pero como punto metafísico, no físico. La mónada es una substancia simple, sin partes, que participa de la formación de compuestos. El termino mónada designa entonces, lo simple, lo singular. Así la mónada es lo singular[4], noción individual, individuo o la unidad subjetiva, que envuelve todos los estados del mundo; y principio de una serie, puesto que por su punto de vista es apertura sobre una serie infinita, aggregatum de simples o una suma de simples. [5]
Esta serie que se abre se produce por las afecciones entre los cuerpos. Para Leibniz todo movimiento produce efecto en los cuerpos distantes. Un cuerpo no solo resulta afectado por los cuerpos que lo tocan, a través de ellos recibe el influjo de los otros cuerpos, sin importar la distancia. Y, por consiguiente, todo cuerpo resiente los efectos de cuanto pasa en el universo. Esto ocurre de tal modo, que Dios podría leer en un cuerpo lo que sucede en todos, y aun lo que sucedió y sucederá. Pero un alma no puede leer en sí misma sino tan sólo aquello que en ella está representado distintamente, y no puede desplegar todo lo que está plegado en ella, y que llega al infinito.[6]
Por tal motivo Leibniz nos dirá: el individuo envuelve el infinito. Ya que cada mónada refleja al universo entero, sin embargo, expresa distintamente el cuerpo al que esta particularmente afectada, y cuya entelequia[7] constituye; y como este cuerpo expresa el universo todo, por la intima conexión con el conjunto de todas las substancias, el alma representa también todo el universo, representando al cuerpo que le pertenece de modo particular.[8]
El interior del individuo resulta un complejo pliegue del exterior. Los individuos están formados envolviendo las singularidades que constituyen el mundo. Los pliegues del mundo hacen a los individuos: repliegues infinitos de la materia, “la materia presenta una textura infinitamente cavernosa, esponjosa, porosa pero sin vacío; siempre otra caverna dentro de la caverna: cada cuerpo, no importa su pequeñez, contiene un mundo”.[9] El mundo entero es una virtualidad[10] que existe en los pliegues del alma que lo expresa.
Cada mónada como unidad individual incluye al mundo entero, envuelve una multiplicidad, pero solo expresa una pequeña región del mundo, una secuencia finita.[11] Leibniz sostiene que las mónadas van al infinito, al todo. Pero un alma puede leer en sí misma solo aquello que está representado distintamente en ella, y no desplegar todo cuanto esta contenido, porque son infinitos sus pliegues: cada espíritu es una pequeña divinidad en su departamento. [12] Los infinitos pliegues del alma contienen todo el mundo. Todo es pliegue y repliegue.
Las mónadas serían un conjunto de singularidades pre-individuales[13] que conforman la esencia de un individuo, y en esa configuración determinada se expresan una infinidad de singularidades que constituyen el mundo de este individuo, desde su punto de vista. Este mundo existe en cada uno de sus pobladores como la serie indefinida de sus acontecimientos (presentes, pasados y futuros) inherentes a ese sujeto. Por lo tanto, la “convivencia” de todos los individuos de un mismo mundo exige como condición previa la convergencia de todas las series de acontecimientos hacia un mismo punto: la mirada de Dios[14]. Donde un mundo termina, comienza otro posible como el primero, pero incomposible con respecto a él.[15] Si las series de acontecimientos convergen en la mirada de Dios. Dios elige el mejor mundo posible entre un infinito número de mundos posibles.
Bifurcación Dios
¿Por qué la filosofía, hasta finales del siglo XVII, habla tanto de Dios? Tanto Descartes, Spinoza, Leibniz se ocupan de Dios como si los limites entre la filosofía y la teología no existieran. Pareciera que el pensamiento, de esta época, al tener en cuenta las exigencias de la Iglesia, se ve forzado a tratar temas religiosos. Sin lugar a dudas, debe ocurrir por una coacción inevitable en la época. En este punto no nos queda más que recordar al filósofo italiano Giordano Bruno, quien denunciado a la Inquisición; en 1593, muere, en 1600, en la hoguera como “hereje impenitente, contumaz y obstinado”. Aunque, tampoco podemos dejar de pensar que existe en aquellos años un sentimiento religioso al cual el filósofo y la filosofía no escapan. Sin embargo, también es posible que con Dios, el filósofo, puede hacer cualquier cosa, puede hacer lo que no podría hacerse con las criaturas.[16]
Es verdad que sobre el filosofo se ejercen coacciones de la Iglesia, pero, también, las coacciones pueden llegar a transformarse en medios de creación. El filósofo se sirve de Dios para liberar las formas, para desencadenarlas. Entonces, podría aventurarse que el tema de Dios sirvió para liberar los conceptos de las coacciones impuestas. Los filósofos sufren las coacciones de la teología, pero en condiciones tales que, de esta coacción, van a hacer un medio de creación, van a arrancarle una liberación del concepto sin que nadie lo sospeche. Una creación extraordinaria de conceptos encuentra en el tema de Dios la condición misma de su libertad y de su liberación. La filosofía se sirve de Dios, en esa época, para que los conceptos no estén obligados a representar algo preexistente, algo dado.[17]
Composibilidad
“También es verdad que en Dios está no sólo el origen de las existencias, sino el de las esencias, en cuanto que son reales, o sea, de lo que hay de real en la posibilidad. Y es así, porque el entendimiento de Dios es la región de las verdades eternas o de las ideas, de las que dependen, y sin él ninguna realidad habría en las posibilidades, y no sólo no habría nada existente, sino aun nada posible.”[18] Aquí Leibniz sostiene que Dios tiene un entendimiento infinito. Antes de que Dios cree el mundo, hay posibles en el entendimiento de Dios, y todos esos posibles tienden a la existencia.
En Leibniz, la esencia es una posibilidad que tiende a la existencia. El entendimiento de Dios es una envoltura que contiene esos posibles. Cada uno de ellos, por su cuenta, podría pasar a la existencia, aun cuando no todos forman combinaciones compatibles. Hay cosas que son posibles como tales pero que no son composibles. Hay incompatibilidades desde el punto de vista de la existencia. Aunque todos los posibles quieran pasar a la existencia, eso no resulta posible, porque no todos pueden ser composible con tales otros. [19]
Aunque haya una “una infinidad de mundos posibles en las ideas de Dios, y no pudiendo existir más que uno solo, se precisa que haya una razón suficiente[20] de la elección de Dios que le determine a éste mejor que a aquél.”[21] Solo podrá pasar a la existencia el conjunto de posibles que tenga la más grande cantidad de perfección[22]. Donde convergen el conjunto de posibles se constituye un mundo. Solo la voluntad de Dios elige la mejor combinación de mundos posibles. Dios surge como ordenador del mundo al transformar una multiplicidad de posibles.
Es simplemente el mejor de los mundos posibles porque realiza el máximo de continuidad. Otros mundos eran posibles, pero ellos habrían realizado menos continuidad. El mundo que pasa a la existencia es el más armonioso. A esta armonía, preestablecida[23] por Dios entre todas las mónadas en el momento de su creación, se debe el orden del mundo. Esta armonía hace que toda substancia exprese a todas las demás por las relaciones que mantiene con ellas[24]. Entonces es el más armonioso porque efectúa la mayor continuidad posible. Poco importa al precio que se consiga. Dios hace existir y elige el mejor de los mundos posibles. A pesar de haber muchos mundos posibles, ellos no son composibles los unos con los otros. Dios elige el mejor, pero el mejor no es no es un mundo exento de sufrimiento, aquel donde se sufriría menos. Entre la infinidad de combinaciones y de series posibles, la que existe es aquella por la que puede existir un máximo de posibilidad.[25]
Existiendo una ilimitada riqueza de posibilidades en el mundo, unas se realizan y otras son excluidas. Ciertas posibilidades adquieren una potencialidad que les permite la incorporación de un proceso físico[26] y que hace que se conviertan en realidades, que tomen forma desde el campo de inmanencia.
El mundo que pasa a la existencia es aquel que realiza, en él mismo, el máximo de continuidad. La continuidad es el medio de contener el máximo de cantidad de realidad. La continuidad es la prolongación de una singularidad sobre una serie de puntos ordinarios hasta la vecindad otra singularidad. Por lo que las cosas devienen con continuidad. Otro mundo podría comenzar en la vecindad de los puntos donde divergen las series, punto de partida para una bifurcación. Mundo incomposible con el anterior pero a su vez variable de la misma historia, otro desenlace posible (Adán no pecador).[27]
Un mundo envuelve un sistema infinito de singularidades convergentes. En este mundo, los individuos se constituyen seleccionando y envolviendo un número finito de singularidades. El individuo es algo que nace de una singularidad prolongada sobre una serie de ordinarios a partir de un plano de inmanencia preindividual, o de una ilimitada riqueza de posibilidades. Un individuo no es separable de un mundo. Cada mónada expresa un mundo según la relación de los otros cuerpos con el suyo. Un mundo puede ser pensado alrededor de individuos que lo conforman. Las singularidades se expresan, a la vez en un mundo y en los individuos que forman parte de este mundo. El mundo expresado está hecho de singularidades contiguas.[28]
Se forma precisamente un mundo en la medida en que las series que dependen de cada singularidad convergen con las que dependen de las otras. Esta convergencia es la que define la composibilidad como regla de una síntesis de mundo. Donde las series divergen empieza otro mundo incomposible con el primero. Cuando se produce un fenómeno necesariamente se excluyen otros que pudieron ser y no fueron.[29]
Lo que Dios crea es el mundo, y no exactamente a los individuos que expresan ese mundo. Las nociones individuales o mónadas, son puntos de vista sobre el mundo, punto de vista que explica al sujeto. Un punto de vista está definido por un pequeño número de singularidades. La individualidad es un complejo de singularidades en tanto que ellas forman un punto de vista. Al crear el mundo, la función de Dios es hacer que dentro de la realidad indiferenciada, móvil e inconexa, se recorten los seres, se individualicen, adquiriendo una unidad.[30]
Acontecimiento
La mayor parte de los seres humanos nacimos con ciertas aptitudes, pero éstas pueden fácilmente permanecer latentes a menos de descubrirse por alguna circunstancia afortunada. Solemos estar encarcelados en la certeza de que no podemos ser más que aquel que somos, no podemos llevar adelante el deseo tan humano, tan lúdico, tan típicamente infantil de poder ser muchos personajes, diferentes entre sí. Así es como, junto a las condiciones histórico-sociales que nos determinan, no podemos vivir otras vidas salvo en la ficción literaria, el teatro, el cine, el sueño. Existiendo una ilimitada riqueza de posibilidades en el mundo, unas se realizan y otras son excluidas. Cuando se produce un fenómeno necesariamente se excluyen otros que pudieron ser y no fueron. Los hechos, sin embargo, pueden entrar en infinitas combinaciones. Y las posibilidades, teóricamente no tienen límite alguno. ¿Por qué, entonces, existen las cosas y no el caos?
Aquella circunstancia afortunada, el acontecimiento, se produce en un caos, en una multiplicidad, a condición de que algo lo tamice. El caos no existe para quien tuviese la mirada lo suficientemente penetrante como para percibir las más ínfimas partes de las cosas, así, lo observaría todo organizado. Por lo tanto, es una abstracción. Para hacer que del caos surja algo[31] es preciso que intervenga un gran tamiz[32]. Para Leibniz el caos sería el conjunto de los posibles, pura multiplicidad, todas las mónadas en la medida en que cada una tiende a la existencia por su cuenta; pero el cedazo sólo deja pasar composibles, la mejor combinación de composibles. El caos serían las tinieblas sin fondo. El mejor de los mundos no es el menos abominable, sino aquel en el que el Todo, o gran criba, permite una producción de novedad, una liberación de subjetividad, aunque el costo fuese alto.
El mejor de los mundos no reproduce lo eterno, sino que es aquel en el que se produce lo nuevo, que tiene una capacidad de novedad, de creatividad. En Leibniz, las mónadas, o substancias simples, también remiten a posibilidades que se realizan en las sustancias compuestas, o en los fenómenos extensos. “Pues todos los cuerpos están en perpetuo flujo, y en él entran y salen continuamente partes”[33].Ese es el acontecimiento. Unas vibraciones que se extienden, unos movimientos periódicos que recorren la extensión. Cada mónada percibe los suyos, y percibe, los otros al percibir los suyos. Se interexpresan. Virtualidades que se actualizan en las mónadas, pero también posibilidades que se realizan en las vibraciones o los flujos. Pero Leibniz se plantea que cada una sólo oye sus propias percepciones[34], pero armoniza con las de la otra mejor que si las percibiera. Las mónadas excluyen universos incomposibles con su mundo, y todas las que existen expresan el mismo mundo. Como ese mundo no existe fuera de las mónadas que lo expresan, éstas no están en conexión y no tienen relaciones entre sí. Las bifurcaciones o las divergencias de series son verdaderas fronteras entre mundos incomposibles entre sí, de modo que las mónadas que existen incluyen íntegramente el mundo composible que pa
[1] Maresca, Silvio Juan: La muerte de Dios y el filósofo experimental; Buenos Aires, Alianza Editorial, 2007, nota 3, pp. 166-167.
[2] Descartes nos dice los cuerpos se distinguen entre sí por la figura y el movimiento. Para Leibniz, Descartes se engaña, no hay sustancia extensa, lo extenso es del puro fenómeno. La sustancia es a algo más profundo. Lo extenso es solo manifestación de la fuerza y no hay dos fuerzas idénticas. Esto corresponde al principio de los indiscernibles. Indiscernibles o indiferenciables son aquellas cosas que, por ser absolutamente iguales, no pueden diferenciarse en nada. Dos o más cosas son indiscernibles si comparten su substancia. El principio de la identidad de los indiscernibles, sostenido por Leibniz, señala que dos cosas que tengan todas sus características iguales y sean numéricamente distintas, ya que ocupan una posición espacio-temporal distinta, son idénticas y son la misma cosa. Leibniz aplica este principio a lo metafísico como es la substancia, o la mónada. Sin embargo, en lo extenso o cuantitativo, lo que es puramente fenoménico, admite la distinción numérica de las cosas. (Diccionario de filosofía Herder)
[3] Mónada proviene del griego monas (solitario, único, unidad). La mónada era entendida por los neoplatónicos como lo Uno, mas no como unidad aritmética, sino como fundamento de toda unidad, unidad inextensa y espiritual. De allí que Deleuze se permite decir en su clase del 16 de diciembre de 1986, que para los discípulos de Plotino “monas designa el primer artículo de la unidad, cuando la unidad es el grueso de una multiplicidad virtual”. Pero también que “monas designa la unidad cuando ella es principio de una serie”. Ver http://www.webdeleuze.com/
[4] Leibniz, Gottfrïed W.: La monadología; Buenos Aires, Quadrata, 2005, ver “Estudio Preliminar” pp. 12.
[5] Ídem, § 1, 2.
[6] Ídem, § 61.
[7] Entelequia es un término que utiliza Aristóteles en De anima (II, 1, 412a-413a.) aplicándolo al alma, de la cual dice que es entelequia primera de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia. Leibniz, en la sección 18 de La monadología, otorga el nombre de entelequia a todas las sustancias simples o mónadas creadas.
[8] Leibniz: La monadología, § 62.
[9] Deleuze, Gilles: El pliegue. Leibniz y el barroco; Barcelona, Paidos, 1989, pp 13.
[10] Para Leibniz lo virtual designa el modo de ser de las ideas innatas, que residen en el alma, verdades que se pueden deducir de los conocimientos innatos primitivos y que el espíritu las puede extraer de su propio fondo, aun cuando a menudo no resulte fácil. Es algo que está en el alma, aunque el alma todavía no lo haya conocido. Son múltiples propiedades y afecciones, que resulta imposible considerar en su totalidad. Lo virtual no es actual pero, en cuanto virtual, posee realidad. Lo virtual no se opone a lo real (aunque sí a lo posible), es real de un modo diferente a lo actual. Todo individuo tiene dos mitades incomposibles: su mitad virtual y su mitad actual. Y es en el lado virtual donde encontramos las facetas pre-individuales, las multiplicidades. (Diccionario Herder de filosofía).
[11] Deleuze, Gilles: El pliegue..., pp 35 - 38.
[12] Leibniz: La monadología, § 61, 62, 83.
[13] Noción es agenciada del universo conceptual de Deleuze. Para este autor las singularidades se componen en un plano de consistencia o inmanencia. Las singularidades son los acontecimientos que presiden la génesis de los individuos, donde lo potencialmente virtual, como actualización adquiere la forma de un individuo. Este proceso es denominado individuación y consiste en un pasaje entre el ser pre-individuado y el ser individuado. El tránsito de lo preindividual al individuo es un momento auténticamente genético. Mediante este proceso una singularidad expresa una determinada relación, de efectua espacio-temporalmente el suceso histórico-geográfico correspondiente a una circunstancia. (Cangi, Adrian: “Gilbert Simondon, una filosofía de la individuación”, en Simondon, Gilbert: Dos lecciones sobre el animal y el hombre; Buenos Aires, La Cebra, 2008, pp. 98 – 100).
[14] Según Deleuze (Spinoza y el problema de la expresión, Barcelona, Muchnik, 1996, pp. 331), en Leibniz, Dios se expresa en formas absolutas o nociones absolutamente simples, mónadas; y esas expresiones a su vez expresan el mundo entero, es decir, la totalidad del mundo elegido, que se relaciona a Dios como la manifestación de su voluntad. Para Leibniz el mundo no existe fuera de las mónadas que lo expresan, y que no obstante Dios hace existir el mundo más bien que las mónadas. Dios no creó a Adán pecador, sino el mundo donde Adán pecó.
[15] Pardo, José Luis: Deleuze: Violentar el pensamiento; Madrid, Editorial Cincel, 1990, pp 40.
[16] Estas hipótesis son planteadas por Deleuze en la clase que da en la Facultad de Vincennes el 25 de noviembre de 1980 y están recogidas en: Deleuze, Gilles: En medio de Spinoza; Buenos Aires, Cactus, 2008.
[17] Deleuze: En medio de Spinoza; pp. 22 – 23.
[18] Leibniz: La monadología, § 43.
[19] Deleuze, Gilles: Lógica del sentido; Barcelona, Paidos, 1994, “Decimosexta serie, de la génesis estática ontológica”, pp 124-131.
[20] Según el principio de razón suficiente todo debe tener una razón. Puesto que nada existe sin razón, tiene que existir una causa suprema y necesaria: Dios. “El mejor mundo posible” es el elegido por Dios entre la multitud de universos posibles que Dios mismo hubiera decidido crear. Es la razón suficiente, o “principio de la elección de lo mejor”, por el cual todo ocurre conforme a una razón. La razón suficiente será el conjunto de los acontecimientos que se relacionan o que pertenecen a la cosa. La causa de un acontecimiento estará contenida en la noción de esa cosa. Como cada noción individual expresa la totalidad del mundo, que todo tenga una razón, significa que todo lo que le acontece debe estar contenido en cada noción individual. Entonces, cada noción individual estará llamada a expresar y contener el mundo; pero desde un cierto punto de vista (“Y así como una misma ciudad, vista por diferentes partes, parece otra y resulta como multiplicada en perspectiva, así también sucede que, por la multitud infinita de substancias simples, hay como otros tantos universos diferentes, los cuales no son, sin embargo, sino perspectivas de uno solo, según los diferentes puntos de vista de cada mónada.” -La monadología, § 57). La naturaleza no se explica sólo por causalidad mecánica, sino que es posible dar razón de la naturaleza conociendo los fines a que se orienta: este mundo no se explica sólo tal cual es, sino que la explicación del mundo ha de incluir que es tal porque es el mejor de los mundos posibles. Dirá Leibniz que Dios, al producir el universo, ha elegido el mejor posible. Esta razón puede hallarse en los grados de perfección que contengan esos mundos. El mundo más perfecto es aquel que puede aspirar a la existencia. Debido a la multitud infinita de substancias simples, hay otros tantos universos diferentes, los cuales son sino perspectivas de uno solo, según los diferentes puntos de vista de cada mónada.
[21] Ídem, § 53.
[22] Ídem, § 54.
[23] Todas las mónadas se hallan perfectamente coordinadas por Dios que ha determinado para todas una armonía preestablecida. Las substancias, o mónadas, reflejan cada una a su manera todo el universo de acuerdo con una armonía perfecta que Dios ha dispuesto en la naturaleza. “Y esta es la manera de conseguir la mayor variedad posible, pero con el mayor orden que se pueda; es decir, es la manera de obtener tanta perfección como sea posible.” (Ídem, § 58.)
[24] Ídem, § 59.
[25] Deleuze: Lógica del sentido, op. cit.
[26] Ídem, § 71: “Pues todos los cuerpos están en perpetuo flujo, como los ríos, y unas partes entran en ellos y otras salen de ellos continuamente”.
[27] Deleuze, Gilles: Exasperación de la filosofía. El Leibniz de Deleuze; Buenos Aires, Cactus, 2006, pp. 43-68.
[28] Deleuze: Lógica del sentido, op. cit.
[29] Ídem.
[30] Ídem.
[31] El caos es el sin-fondo proliferante en el cual se producen todas las formas; el conjunto de fuerzas y afectos en eterno movimiento de expansión y de intensificación; germen de virtualidades, aspirando a alguna forma posible. “...y en cada rincón de mi alma hay un altar a un dios diferente.”
[32] Es claro que este tamiz es Dios, que criba los posibles creando “el mejor de los mundos posibles”. No por casualidad Leibniz es uno de los fundadores del cálculo de los juegos, por lo que no sería aventurar demasiado decir que no el mejor en virtud de una teoría moral, sino en virtud de una teoría de los juegos. Intentó ir un poco más lejos aun y arriesgar a decir que Dios es uno de los nombres del Azar, que también es posible que con Dios, Leibniz, haga cualquier cosa, transformando las coacciones de la Iglesia, en medios de creación. Me animo a apoyarme en Nietzsche, aunque el método no sea del todo valido: “Casualidad es la nobleza más antigua del mundo; la he restituido a todas las cosas, libertándolas del yugo a la finalidad. He puesto esta libertad y serenidad celestes cual campana azul sobre todas las cosas, al enseñar que por encima y a través de ellas no opera una voluntad eterna [...] Un poco de sabiduría es posible, por cierto; pero he aquí la certeza bienaventurada que he encontrado en todas las cosas: prefieren bailar en los pies del azar. ¡Oh, firmamento en lo alto, puro y elevado! Para mí tu pureza consiste en que no hay araña ni telarañas eternas de la razón, que tú eres para mí una pista de baile para azares divinos, una mesa de dioses para dados y jugadores de dados divinos.” (Nietzsche, Federico: Así hablaba Zaratustra, III, “Antes de la salida del sol”). Por lo tanto, el acontecimiento se produce en un caos a raíz de la intervención del azar.
[33] Leibniz, La monadología, § 71:
[34] Porque las mónadas no tienen ventanas por donde algo pueda entrar o salir. Ídem, § 7.