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miércoles, 26 de agosto de 2009

El Psicoanalista Cartógrafo.

Suely Rolnik - El Psicoanalista Cartógrafo. Era de esperar que encontrásemos psicoanalistas con sensibilidad de cartógrafo: hasta se puede decir que el cartógrafo nace con el psicoanálisis. Es que, la práctica del análisis del deseo fundada por Freud -y, tal como la fuimos entendiendo aquí- es un espacio de iniciación en el ejercicio del pensamiento como producción de cartografía e indisociablemente, un espacio de ruptura con el ejercicio tradicional del pensamiento en Occidente como búsqueda de la verdad, pensamiento marcado por el monopolio de la macro mirada, mirada de lo visible, de la representación y de la razón totalizadora. Freud franquea al pensamiento el acceso al cuerpo vibrátil y a la micropolítica de las desterritorializaciones y de las simulaciones que sólo ese cuerpo capta.
Pero esa no es su contribución más importante ya que, otros pensadores antes o al mismo tiempo que él -como Spinoza y Nietzsche -también crearon tal acceso.
La fuerza y la originalidad de Freud radica no sólo en haber afirmado y desarrollado, conceptualmente, la posibilidad de un pensamiento producido en la tensión fecunda de la coexistencia vigilante entre la mirada y el cuerpo vibrátil sino sobre todo, en haber introducido en Occidente una práctica de iniciación al pensamiento así ejercido. “Iniciación” porque un pensamiento que emerge del movimiento invisible de los afectos y, que tiene por función dar voz a esos mismos afectos, no puede ser transmitido sino a través del ejercicio del propio pensar así concebido; ejercicio que requiere disciplina y tiempo, con frecuencia también la orientación de alguien ya iniciado: por ejemplo, un analista.
Freud, con la práctica del Psicoanálisis conquista un espacio para el ejercicio de ese pensar en lo cotidiano del hombre occidental. Eso nos da la chance de despertar del sueño inmemorial del cuerpo vibrátil. A partir de esa conquista, el “malestar de la desterritorialización” puede ser vivido también en Occidente como lugar de invención y no necesariamente de carencia. Y es por eso, que durante tanto tiempo –y por vicio- nos intoxicaron la depresión y la culpa, porque faltaban algunos grados de zen en nuestros desiertos.
A partir de esa conquista, se abre para el pensamiento la posibilidad de transponer los límites de lo visible y de participar del proceso de elaboración de cartografías y de constitución de territorios, embarcándose en las líneas de fuga, enfrentando los impasses de sentido, inventándoles salidas cada vez que se presenten.
El psicoanalista así configurado, se define fundamentalmente como un cartógrafo de la actualidad.
Lo que el psicoanalista cartógrafo toma de Freud, no necesariamente es su repertorio de cartografías (él, sabe que esto es fechado). Tampoco toma necesariamente sus procedimientos (ya que, al abstraerlos de determinado contexto pueden tornarse meros rituales carentes de sentido). No es nada de eso, lo que el psicoanalista así configurado -que se considera heredero de Freud-, toma. Lo que toma de Freud es su Escucha de cartógrafo. Por eso, frente a sus “cuadros clínicos” sea cual fuere el contexto en el que se estuviese trabajando, él conserva el mismo principio, la misma regla y el mismo itinerario de inquietudes como cualquier otro cartógrafo (también es obvio que, como cualquier otro cartógrafo, él está redefiniendo continuamente su itinerario de inquietudes).
Es verdad que, Freud no era sólo cartógrafo: él tenía cierta ambigüedad en relación a su propia ruptura, presente en cada obra, cada página, cada frase. Él oscilaba todo el tiempo. Esa misma ambigüedad atraviesa toda la historia del Psicoanálisis, propiciando elecciones micropolíticas fundamentalmente diferentes. Además, la pertenencia a un grupo -formal o no- en nada garantiza la presencia de una sensibilidad de cartógrafo. Ella aparece aquí y allí, en cualquier grupo y se puede decir, independientemente de las referencias técnicas o teóricas. Eso genera una especie de complicidad implícita, un diálogo subliminal que se da a través de los grupos más variados, corriente subterránea que atraviesa a todos, buscando -encontrando a veces, desencontrando otras- diferentes formas de inteligibilidad, diferentes cartografías, diferentes mundos. Y, para eso cualquier idioma que se invente es siempre bienvenido. Y cuantos más vengan: mejor.
Es en ese contexto que propuse que, fueses descubriendo conmigo un modo de acompañar a las noviecitas en sus oscuros movimientos de deseo; o sea, un modo de inventar una cartografía de inteligibilidad a partir de tales movimientos, y para ellos.
Ahora, que ya hicimos juntos ese trayecto tal vez podamos imaginar lo que sería desde esta perspectiva, la práctica del análisis del deseo, y tal vez podamos hasta arriesgar una definición: el análisis del deseo, aquí, es el ejercicio de aproximación del finito ilimitado. El ejercicio de creación de un campo donde se pueda conquistar intimidad con el finito ilimitado, lo que muchas veces sólo es posible hacer acompañado. Un campo donde se pueda vivenciar y reconocer las formas de resistencia a esa intimidad que se acostumbra accionar en el día-a-día, las estrategias que el deseo monta para sabotearía. Vivenciar y reconocer el desperdicio de la vida que hay en esas estrategias. Y, ahí afrontar las rupturas de sentido, los vacíos de territorio, sin recurrir a esos viejos vicios. Vivenciar los vacíos y desde dentro de ellos, buscar materia de expresión para administrar las partículas de afecto enloquecidas, dándoles sentido. Con tales partículas, hacer un plano de consistencia; soportar crear ese plano. Hacer el pasaje y descubrir que, detrás de la máscara no hay rostro alguno, sólo necesidad de crear nuevas máscaras. Descubrir que detrás de la máscara sólo hay un tipo de fuerza y voluntad: la de crear máscaras. Y que, de no existir esa fuerza y esa voluntad, no hay nada o más precisamente hay voluntad de nada, o de muerte. O peor aún, una nada de voluntad. Repetir eso muchas veces, descubriendo y redescubriendo que no se ahuyenta lo otro con ese vacío de sentido. Descubrir, principalmente, que no se muere ni se enloquece por eso -por el contrario, la muerte y la locura entran por la puerta de la imposibilidad de enfrentar el vacío. Vivenciar la repetición de todo eso hasta saber/sentir que es posible convivir con el finito ilimitado. Así, el análisis es ilimitado, porque ilimitado es el movimiento de simulación: nunca se llega a un puerto de embarque, puerto de origen, tierra natal. Ni a un puerto de desembarco, puerto final, tierra prometida.
Siempre están creándose idiomas, nuevos puertos, nuevas tierras. Siempre están actualizándose nuevos mundos. Pero, no por eso deja de ser finita la relación analista/analizado: su límite es la aceptación del carácter ilimitado del análisis, transcurrir de la ilimitada producción de universos siempre finitos que es el deseo. Su límite es la incorporación del proceso ilimitado del análisis. Y los caminos, los grados, los estilos de esta aceptación/incorporación, varían tan infinitamente como infinitas también son las estrategias del deseo y los universos que a través de ellas, se crean.
Otra observación con respecto al psicoanalista cartógrafo: él, sabe que su campo es atravesado por corrientes colectivas de sensibilidad, mundos en transformación Eso, lo lleva a preguntarse, por ejemplo: el modo de producción de subjetividad que se ofrece a su escucha ¿en qué difiere de otros modos que se ofrecían a la escucha en otros tiempos de las historia del Psicoanálisis?
Por ejemplo, si ya nos es más la histérica la “mujer-predominante-en-nosotras” ¿qué nuevas figuras de mujer, qué nuevos dramas, qué nuevos amores estarían sonando en sus oídos? Bueno, ese tipo de preocupaciones no constituyen el objetivo central del trabajo clínico, claro está, pero puede auxiliar al psicoanalista a preservar su principio extramoral de cartógrafo y no adherirse a mundo alguno como parámetro para su escucha.
Si ése no es el tipo de preocupación central en el trabajo clínico puede, mientras tanto, ser un punto de partida para el trabajo de un cartógrafo investigador. De ahí entonces, nuestro interés por acompañar a las noviecitas en su complicado destino.

Traducción de "Cartografía Sentimental" de Suely Rolnik.

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