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miércoles, 20 de mayo de 2009

Tactica y Estrategia


Mi tactica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible...

domingo, 10 de mayo de 2009

El espinoso problema del cuerpo

El espinoso problema del cuerpo
El doctor Fischelson se secó el sudor de la frente y suspiro: «Son como los hombres, que sólo desean el placer del momento.» Sobre la mesa había un libro abierto escrito en latín, y en los anchos márgenes de sus páginas se veían anotaciones y comentarios escritos con la letra menuda del doctor Fischelson. El libro de la Ética de Spinoza, que el doctor Fischelson llevaba estudiándolo desde hacía treinta años. Conocía de memoria cada proposición, cada prueba, cada corolario, cada anotación. Cuando quería encontrar un punto determinado, generalmente abría el libro en dicho punto sin tener necesidad de buscarlo. No obstante, continuaba estudiando la Ética durante horas cada día, con una lente de aumento en su huesuda mano, murmurando y moviendo la cabeza afirmativamente. Lo cierto era que cuanto más estudiaba, más frases desconcertantes, párrafos confusos y observaciones encontraba. Cada frase contenía alusiones que no habían sospechado ninguna de los discípulos de Spinoza. En realidad, el filósofo se había anticipado a todas las críticas de la razón pura que habían hecho Kant y sus seguidores. El doctor Fischelson estaba escribiendo un comentario sobre la Ética. Tenía cajones llenos de notas y borradores, pero nada parecía indicar que llegara nunca a ser capaz de terminar su trabajo. La enfermedad de estómago que le martirizaba desde años atrás, se agudizaba de día en día. Ahora, después de unas pocas cucharadas de sopa de avena, empezaban los dolores de estómago.
-¡Dios del Cielo, es difícil, muy difícil! -exclamaba empleando la misma entonación de su padre, el difunto rabino de Tishevitz-. ¡Es muy, muy pesado!
El doctor Fischelson no temía morir. En primer lugar, ya no era joven. En segundo lugar, un hombre libre en lo que menos piensa es en la muerte y su sabiduría reside no en la meditación de la muerte, sino en la de la vida, según se lee en la cuarta parte de la Ética. Y, en tercer lugar, se dice también que la mente humana no puede destruirse, absolutamente, con el cuerpo, sino que hay parte de la misma que perdura eternamente. (Isaac Bashevis Singer, El Spinoza de la calle Market)

... a modo de introducción
Spinoza puede ser denominado un contemporáneo nuestro, por ello me resulta tan apasionante bucear en él como le sucede al “doctor Fischelson”. Lo creo un contemporáneo porque no solo ha planteado, y resuelto algunos problemas de y en su época, sino que estas mismas cuestiones se instalan en las problemáticas de nuestro tiempo. Spinoza contemporáneo, indica que este pensador, sus intérpretes y estudiosos pueden aportar a las coordenadas teóricas y críticas de nuestra época, permitiéndonos así comprender mejor nuestra situación común y posibilidades en el presente; partiendo de la certeza de que su pensamiento se ha hecho imprescindible actualmente para abordar de un modo alternativo y productivo tanto la filosofía en sentido estricto como distintas teorías (por ejemplo el psicoanálisis). Por estas cuestiones es un autor que está hoy día de moda, esto no lo menoscaba, pues también estuvo de moda en otros momentos históricos y fue leído atentamente por personalidades tan diversas como las de Goethe, Nietzsche, Althuser o Lacan entre otros.
Pretender comprender, en este trabajo, a un autor tan complejo, como a una obra tan poliédrica como la Ética, me excede. Sin embargo, es una hermosa oportunidad para experimentar la potencia del pensamiento cuando mi cuerpo se encuentra en una zona de vecindad con el texto de la Ética, y como dice Deleuze instaurar la zona de vecindad que nos permita devenir. Pues, el devenir siempre está «entre».[1]
Fundamentalmente me interesa experimentar “que es lo que puede un cuerpo”. Si lo que un cuerpo puede es el deseo[2][3], donde este se manifieste será en el conocer, y para conocer es preciso pensar.

... a modo de desarrollo
Recorro el risco de la sobre simplificación de las cosas cuando pienso que la escisión básica, que inunda las prácticas del pensamiento moderno, es la que pasa por separar lo subjetivo de lo objetivo. Confiriendo más valor a la identidad como yo, que a la identidad como nosotros. Separación entre interior y exterior, entre cuerpo y mente[4]. El cuerpo moderno implica la ruptura del sujeto con los otros, con el cosmos y consigo mismo. El fundamento de la modernidad es una certeza inconmovible: pienso, entonces soy, es el dualismo cartesiano.
Produciendo una importante diferencia con Descartes, Spinoza plantea en vez del dualismo cuerpo-alma, la existencia de un paralelismo donde llega a identificar todos las cosas en Dios. Así afirma Spinoza la identidad del ser: el cuerpo y el alma tienen el mismo ser[5]. Este paralelismo; no niega, solamente, cualquier relación de causalidad entre el alma y el cuerpo, sino que, también, niega la primacía de uno sobre el otro. Según la Ética, “lo que es acción en el alma es también necesariamente acción en el cuerpo, y lo que es pasión en el cuerpo, es también necesariamente pasión en el alma.”[6] El alma y el cuerpo actúan el uno sobre el otro en la medida en que forman las partes de un todo. Son paralelos en tanto en esta relación constante no hay nada en una que no tenga en la otra su correspondiente, hallándose excluida toda causalidad entre ambas.[7]
Para Spinoza el alma humana está unida al cuerpo. Pero para comprender esta unión adecuadamente primero se debe conocer adecuadamente la naturaleza de nuestro cuerpo.
En Dios hay una idea de cada cosa, de la cual Dios es causa, del mismo modo que lo es de la idea del cuerpo humano. Por ello, lo que Spinoza diga de la idea del cuerpo humano, también, debe entenderse que lo dice necesariamente de la idea de cualquier cosa. [8] Empero, como estas difieren entre sí, para determinar qué es lo que separa al alma humana de las demás es necesario conocer la naturaleza de su objeto, esto es, del cuerpo humano. Entonces nos propone que cuanto más apto es un cuerpo para obrar o padecer muchas cosas a la vez, tanto más apta es su alma para percibir muchas cosas a la vez. (Spinoza, EII, 13 , Escolio).
A esta altura, recorriendo la lectura de la Ética, voy volviéndome spinocista.
El alma y el cuerpo son una sola y misma cosa. Cosa que se concibe, bajo el atributo del pensamiento, y bajo el atributo de la extensión. El orden de las acciones y pasiones de nuestro cuerpo se corresponde, paralelamente, con el orden de las acciones y pasiones del alma. Aunque parezca que el cuerpo obedece a la voluntad del alma y a su capacidad de pensamiento, nadie ha podido determinar lo que el cuerpo puede [9]. Ya que nadie hasta ahora ha conocido el proceso del cuerpo de un modo lo suficientemente preciso como para poder explicar todas sus funciones. Poder saber de qué es capaz un cuerpo es “la” cuestión ética. El cuerpo puede hacer muchas cosas que sorprenden a su alma. Nadie sabe de qué modo ni con qué medios el alma mueve al cuerpo, ni cuántos grados de movimiento puede imprimirle, ni con qué rapidez puede moverlo. Aún cuando nos parezca que el alma mueve al cuerpo, aquella no siempre es apta para pensar sobre un mismo objeto, sino conforme a como el cuerpo este capacitado para ser excitado por la imagen de algún objeto, en esa medida será el alma apta para considerar tal objeto. Es así, que del plano de inmanencia corporal surgen las causas del arte humano.[10] Las decisiones del alma varían según la diversa disposición del cuerpo[11], pues cada cual se comporta según su afecto. Tanto la decisión, como el apetito del alma, y la determinación del cuerpo son una sola y misma cosa, a la que llamamos «decisión», cuando la consideramos bajo el atributo del pensamiento, y «determinación», cuando la consideramos bajo el atributo de la extensión, y son deducidas de las leyes del movimiento y el reposo. Pero cuando soñamos que hablamos, creemos que hablamos por libre decisión del alma, y sin embargo no hablamos o, si lo hacemos, ello sucede en virtud de un movimiento espontáneo del cuerpo. Así pues, quienes creen que hablan, o callan, o hacen cualquier cosa, por libre decisión del alma, sueñan con los ojos abiertos. (Spinoza, EIII, 2, Escolio).
En el Prefacio de la última parte de la Ética, Spinoza trata de la manera de alcanzar la libertad ocupándose, para ello, de la potencia de la razón, y su imperio sobre los afectos, y qué es la libertad del alma, o sea la felicidad. Dirige su ironía hacia Descartes, pues este sostiene que un alma puede, bien dirigida, adquirir un absoluto poder sobre sus pasiones. Entonces, si determinamos nuestra voluntad mediante juicios ciertos y firmes conformes a los cuales queremos dirigir las acciones de nuestra vida, y unimos a tales juicios los movimientos de las pasiones que queremos tener, adquiriremos un imperio absoluto sobre nuestras pasiones. Pero, como no hay ninguna proporción entre la voluntad y el movimiento, no puede haber tampoco comparación entre la potencia o fuerza del alma y la del cuerpo, y, por consiguiente, las fuerzas de éste nunca pueden estar determinadas por las fuerzas de aquélla. Así, pues, dado que la potencia del alma se define por la sola capacidad de conocer, los remedios contra los afectos los determinaremos por el solo conocimiento del alma, y de dicho conocimiento deduciremos todo lo que concierne a su felicidad.[12] (Spinoza, EV, Prefacio).

... a modo de conclusión
La neurosis, la psicosis no son fragmentos de vida, sino estados en los que se cae cuando el proceso está interrumpido, impedido, cerrado. La enfermedad no es proceso, sino detención del proceso... (Gilles Deleuze, Crítica y clínica)
La catástrofe ocurrida en el boliche República Cromañón de la Ciudad de Buenos Aires puede ser denominada como acontecimiento. Este acontecimiento ha adquirido tal magnitud que ha producido la modificación súbita y significativa de las condiciones materiales y sociales de existencia de una comunidad, y el impacto que dicha modificación provoca en sus miembros. Esta situación ha colocado a los integrantes de la comunidad ante una circunstancia de cambio agudo, frente a la cual las formas habituales de organización y respuesta resultan insuficientes o inadecuadas ya que se ha producido una ruptura de la cotidianidad, una repentina y violenta modificación del territorio existencial. La situación de emergencia social se refiere no sólo a situaciones objetivas, sino también al impacto de esa situación de ruptura de sentido en la comunidad, de la vivencia de estar a merced de acontecimientos que no podemos controlar y por la cual surge la impotencia. La estela que dejó la tragedia del 30 de diciembre de 2004 es el miedo y el pánico, que son los grandes argumentos de la política moderna. Estamos dominados por el miedo y el pánico a la inseguridad. Este pánico anula el lugar de la reflexión; los medios se hacen cargo entonces, de una demanda de emoción colectiva.
Durante el año 2005 el obispo Jorge Lozano me invitó a participar del acompañamiento de un grupo de padres que perdieron a sus hijos en la tragedia de Cromañón. Cuando este obispo debió asumir su nueva tarea en la Diócesis de Gualeguaychú, decidimos seguir conformando un grupo con a unos jóvenes sacerdotes. Centramos el acompañamiento en una serie de retiros, de los cuales el último lo realizamos el primer domingo de mayo de este año.
En el último retiro se habló de la situación de no haberse podido despedir de sus hijos. Y alguien preguntó: “¿a dónde se va lo que se va?” Otro responde: “todo se queda en el mundo”. Un tercero interviene: “no puedo imaginármelos muertos”; otro: “no se han ido”. Hay una frase que emerge: “resistirse a la alegría”. Alguno comenta que se quedó en el 30 de diciembre del 2004, que ya no tiene vida; otros asienten en silencio. Es como que nadie volvió a vivir, nadie volvió a experimentar nada bueno, nada que lo llene de vida. Pareciera que a algunos solo los sostiene el juicio que se esta llevando a cabo a los imputados.
No pretendo analizar[13] estas cuestiones, el porqué de estos dichos; no buscar el rostro detrás de la máscara sino producir nuevas máscaras más adecuadas al territorio existencial. Quizás si analizáramos estaríamos más cerca del pensamiento cartesiano[14]. Es claro que ante semejante dolor es imposible dar respuesta o hallar soluciones. Por lo cual la estrategia que empleamos es la de tratar de producir un buen encuentro que aumente la potencia de existir de todos quienes nos componemos para el grupo del retiro. Permitiendo a las intensidades expresarse en nuevas formas, buscar formar nuevas máscaras para simularse; que tanto dolor y rabia se exterioricen para que no sean material tóxico para el propio cuerpo.
Tomando en cuenta ciertas ideas de Winnicott, pensamos, los retiros, basándonos en el juego como posibilidad de desarrollar una capacidad de creación; y que si estos padres pueden apropiarse de sus capacidades creativas posiblemente desarrollarán capacidades resilientes,creemos que estas capacidades sólo pueden desarrollarse en un encuentro con otro.
En esto nos apoyamos en Spinoza, que sostenía que la única diferencia concebible entre los seres es la diferencia como grados de potencia, por lo que pueden. A cada grado de potencia corresponde un cierto poder de ser afectado, cumplido en virtud de los encuentros variables en los cuales entramos, todo depende del encuentro. Puede ser afectado en dos direcciones: de tal manera que nuestra potencia de actuar aumenta, o de tal manera que disminuye. Cuando mi potencia de actuar[15] disminuye mis afectos son tristes. Mientras estoy triste mi potencia de actuar disminuye. Si mis afectos son tristes hay un cuerpo que se compone conmigo y me afecta de tristeza. Cuando, al contrario, soy afectado de afectos alegres, la potencia del cuerpo, que me afecta de alegría, y mi potencia se componen y se adicionan de tal forma que mi potencia de actuar aumenta. Citando textual a Winnicott, porque creo sostiene la misma línea de pensamiento que Spinoza: “La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del terapeuta. Esta relacionada con dos personas que juegan juntas”[16]. Estos padres están vulnerables en relación al mal encuentro que les ocasionó la tragedia, que disminuyeron su potencia de existir considerablemente. Por lo cual entiendo que la posibilidad de “cura” está dada por un aumento en la potencia de existir, ya que toda enfermedad es un callejón sin salida, aislamiento. Al producir nuevos buenos encuentros nuestra capacidad de afectar y ser afectados se descongela y nuestra imaginación se va reinventando.


Rosana Fernández.

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA


Deleuze, Gilles: Crítica y clínica, Barcelona, Anagrama, 1996.
Deleuze, Gilles: Spinoza y el problema de la expresión, Barcelona, Muchnik, 1996.
Deleuze, Gilles: Spinoza: Filosofia práctica, Barcelona, Tusquets, 2001.
Rolnik, Suely: Cartografía sentimental, São Pablo,Estacão Liberade, 1989.
Sperling, Diana: Filosofia de cámara, Buenos Aires, Marmol/Izquierdo Editores, 2008.
Spinoza, Baruch: Ética, demostrada según el orden geométrico, Madrid, Alianza Editorial, 1999.
Winnicott, D. W.: Realidad y juego, Gedisa, España, 2002.

[1] Ver Deleuze, G.: Crítica y clínica, página 2.
[2] Con prudencia, como aconsejaba Spinoza debajo de su firma, puesto que a veces el deseo recorre los caminos de la destrucción.
[3] El deseo consiste en el movimiento de afectos y de simulación de esos afectos en ciertas máscaras, movimiento generado en el encuentro de los cuerpos.
[4] Descartes concibe al alma y al cuerpo como substancias diferentes entre sí (“soy sólo una cosa que piensa, e inextensa, y de otra parte una idea precisa de cuerpo, en tanto que es tan sólo una cosa extensa y que no piensa, es manifiesto que yo soy distinto en realidad de mi cuerpo, y que puedo existir sin él [...] Advierto en primer lugar que hay una gran diferencia entre el alma y el cuerpo en el hecho de que el cuerpo sea siempre divisible por naturaleza y el alma indivisible”), esto lo demuestra en la sexta meditación metafísica al proponer que no nos es posible concebir a ningún cuerpo sino como divisible y, por el contrario, a ningún alma sino como indivisible: ya que no podemos imaginar la mitad de ningún alma, como podemos hacerlo respecto de cualquier cuerpo por exiguo que sea; de modo que sus naturalezas no sólo son diversas, sino también en cierto modo contrarias.
[5] Para Spinoza este ser es unívoco o inmanente, rechazando la concepción de un ser, o Dios, trascendente.
[6] Ver Deleuze, G.: Spinoza: Filosofía práctica, página 28.
[7] Deleuze, Gilles: Spinoza y el problema de la expresión, Barcelona, Muchnik, 1996, páginas 93 a105.
[8] Según una bella definición de Deleuze, “un cuerpo puede ser cualquier cosa, un animal, un cuerpo sonoro, un alma o una idea, un corpus lingüístico, un cuerpo social, una colectividad.”
[9] Ya que lo que pueda va a depender de su disposición singular sobre un plano de inmanencia, a esto Deleuze lo denomina agenciamiento.
[10] Dice Deleuze, en Spinoza: Filosofia práctica (página 155): “... si somos spinozistas, no definiremos algo ni por su forma ni por sus órganos y funciones, ni como substancia o sujeto. Empleando términos de la Edad Media, o también de la geografía, lo definiremos por longitud y latitud. [...] Llamamos longitud de un cuerpo cualquiera al conjunto de relaciones de velocidad y de lentitud, de reposo y de movimiento, entre partículas que lo componen desde este punto de vista, es decir, entre elementos no formados (lo invisible, las intensidades). Llamamos latitud al conjunto de los afectos que satisfacen un cuerpo en cada momento, esto es, los estados intensivos de una fuerza anónima (fuerza de existir, poder de afección). De este modo, establecemos la cartografía de un cuerpo. El conjunto de las longitudes y las latitudes constituye la Naturaleza, el plano de inmanencia o de consistencia siempre variable, incesantemente revisado, compuesto, recompuesto por los individuos y las colectividades.”
[11] En Cartografía sentimental (páginas 25 a 34) Suely Rolnik dice: cuando “el cuerpo es tocado por lo invisible: ya se acciona, un primer movimiento de deseo. En el encuentro, los cuerpos, en su poder de afectar y ser afectados, se atraen o se repelen. De los movimientos de atracción y de repulsión se generan efectos: los cuerpos son invadidos por una mezcla de afectos. Eróticos, sentimentales, estéticos, perceptivos, cognitivos etc... Y el cuerpo va aún más lejos: dichas intensidades, desde el mismo momento en que surgen, ya trazan un segundo movimiento de deseo, tan imperceptible como el primero. Las intensidades buscan formar máscaras para presentarse, para "simularse" (pero detrás de la máscara no hay rostro alguno, un supuesto rostro verdadero, auténtico, original en suma, un rostro real que estaría oculto; la máscara, el artificio, es la realidad en ella misma); su exteriorización depende de que ellas mismas tomen cuerpo en materia de expresión (que constituyen la máscara). Los afectos sólo ganan espesura cuando se concretan. Las intensidades experimentadas por los dos cuerpos en el encuentro compusieron un plano de consistencia. Un plano en que sus afectos tomaron cuerpo, literalmente, delineando un territorio en el cual, se pudieron situar. Sin embargo, sólo puede percibirse una composición de máscaras. Pero tal composición es efecto de una serie de procesos imperceptibles de simulación, que entraron en funcionamiento, al mismo tiempo y sucesivamente. Ese conglomerado de procesos del cual se generó el territorio existencial captable a ojo desnudo es el tercer movimiento del deseo. Una serie de agenciamientos de materias de expresión, forman una especie de cristalización existencial, una configuración más o menos estable, repertorio de formas, gestos, procedimientos, figuras que se repiten como en un ritual. A través de ese tercer movimiento, los afectos imperceptibles generados en los igualmente imperceptibles movimientos de atracción y repulsa que experimentaban conquistaron un espacio para ejercer, un territorio. Conquistaron direcciones para su presentación: una cartografía de territorio, una inteligibilidad. Las intensidades en sí mismas no tienen forma ni sustancia, a no ser a través de su realización en ciertas materias cuyo resultado es una máscara. O sea, las intensidades en sí mismas no existen: se efectúan en máscaras compuestas, en composición o en descomposición. Del mismo modo, hemos visto que no hay máscaras que no sean, inmediatamente, operadores de intensidad.”
[12] Dice Diana Sperling en Filosofía de cámara (páginas 142 y 143): “Spinoza escribe en su Ética la ya archiconocida frase “nadie sabe lo que puede un cuerpo". En ella se enlazan tres elementos: poder, cuerpo y saber. Se trata del saber del cuerpo: lo que el cuerpo sabe, y lo que se sabe de él. Para Spinoza -al igual que para Descartes, y como corresponde a la época-, el cuerpo es máquina, pero animada por ideas activas, afirmativas. Alma y cuerpo no serán dos sustancias sino modos de una sola y misma sustancia. De ahí que ambos funcionen al unísono, y que la potencia sea, a la vez, de obrar/pensar. El cona tus -el esfuerzo de cada cosa por perseverar en su existencia- que en el hombre se denomina deseo, atraviesa esa unidad cuerpo/alma. Ideas y cuerpos son grados de potencia de la sustancia. Quiere decir que no están conformados por diferente "materia", sino que son lo mismo expresado en formas diversas. Si se atiende lo suficiente a esta sencilla pero oscura afirmación se podrá advertir el inmenso alcance de tal filosofía, el alcance sobre los cuerpos y las mentes de todos nosotros, que seguimos regidos -lo sepamos o no- por el paradigma dualista. La esencia del alma, dice Spinoza, es la idea -es decir la percepción- de las afecciones de su cuerpo. Cuando el alma actúa, el cuerpo actúa, a la inversa que en Descartes. Se trata de una estructura compleja en un doble registro. A mayor capacidad de afectar y ser afectado, mayor potencia. No hay por tanto ideal ascético a diferencia de la concepción cartesiana, para el holandés los afectos son positivos. Existe una correspondencia inmediata entre idea adecuada y afecto alegre, que se expresa en una mayor actividad de esa unidad llamada hombre, no un ente sino una cosa-singular-existente-en-acto. Además de unificación de "materia" y "espíritu", una sola sustancia implica unificación de entendimiento y voluntad, libertad y necesidad, potencia y acto. No hay jerarquía, pues, entre materia y espíritu, como la que establece la metafísica tradicional. Si este Dios inmanente es pura potencia en acto, el mundo es un proceso infinito de producción, y las cosas en el mundo -el hombre incluido- son modos de esa potencia incesante, sin jerarquía ni verticalidad. La potencia a su vez se realiza en los diversos puntos con intensidad variable dinámicamente, y eso a su vez en cada modo, en su doble plano interior y exterior. O sea: cada modo-hombre aumenta o disminuye su potencia según se estructuren y ordenen sus ideas y afectos, y a la vez está permanentemente afectando y siendo afectado por los otros modos y ordenándose con ellos en aumento o disminución de la potencia.”
[13] No es un juicio de valor, no está mal analizar algo, prefiero hablar de esquizoanalisis.El esquizoanálisis se propone: evaluar y transmutar los índices y coeficientes de afinidad y/o de rechazo entre la realidad productiva y la reproductiva-antiproductiva de cada campo real, es decir el grado en que la segunda reprime y captura, y/o la primera permite e intensifica las potencias.

[14] Descartes tiene preferencia por el análisis, partiendo de los efectos hallar las causas de las cuales estos dependen. El conocimiento claro y distinto de la causa depende del conocimiento claro y distinto del efecto.
[15] Potencia de actuar, potencia de existir, potencia de pensar.
[16] Winnicott, D. W.: Realidad y juego (página 61).